Pirwalla Pirwa huamanguina

Pirwalla Pirwa (Huamanguina)

Pirwalla Pirwa huamanguina. Los hombres que vinieron de Huamanga (Ayacucho), trajeron consigo guitarras, bandurrias y mandolinas, de las que eran notables ejecutantes. Otros cargaron con sus arpas. Sus canciones fueron  muy bien recibidas por el pueblo minero. Cargadas de un sentimiento muy especial fueron interpretadas en jaranas y festejos: “Peras Perascha”, “Adiós pueblo de Ayacucho”, “Huérfano Pajarillo” y, conjuntamente, huamanguinos y cerreños hicieron nacer la serenata que ambos pueblos interpretan en los cumpleaños. De las danzas que con gran regocijo bailaban entre coterráneos, una prendió en nuestro pueblo y, la hizo suya: “La pirwalla pirwa”. Ronda campesina que se danza con gran alegría  y regocijo.

Hombres y mujeres tomados de las manos giran hacia un lado y hacia otro, cantando a voz  en cuello, guardando un riguroso compás y atentos a las órdenes de un jefe de fiesta que viene a ser el Bastonero. Éste, el más alegre, cunda, bromista y audaz, elegido entre los asistentes de  más “chispa”, tiene la obligación de comandar el baile. Su ordenanza es suprema ley que hay que cumplir sin remilgos ni hipocresías. Quien no acate su mandato, recibirá como castigo una colmada copa de aguardiente que, de un solo tirón y sin hacer ascos deberá embuchar entre pecho y espalda, sea hombre o mujer. Para eso, el bastonero, en tanto danza con el corro, lleva en una mano una botella de aguardiente y en la otra, un copón vacío que se llenará en cuanto la infracción sea cometida.

Mientras la orquesta toca la ronda, el bastonero canta unos versos que contienen la orden a cumplir que todos repetirán enseguida, aprestándose a su debido cumplimiento.

Empecemos, comencemos, pirwalla pirwa,
Empecemos, comencemos, pirwallapirwa,
empecemos, comencemos, pirwallapirwa;
en esta casa bonita, pirwallapirwa,
todos cantando, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa,
todos bailando, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa;
frente con frente, pirwallapirwa,
hasta que yo diga, pirwallapirwa,
sigan cantando, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa;
cambien de parejas, pirwallapirwa,
hasta que yo diga, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa;
besen las manos, priwallapirwa,
de la pareja, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa;
todos en silencio, pirwallapirwa,
hasta que yo diga, pirwallapirwa,
el que no lo hace, paga la multa.

La diversión sigue de esta suerte, siempre en un marco de gran alegría en la que el bastonero es el artífice para que el jolgorio sea exitoso. Para ello, fruto de su inventiva, ordenará acciones a seguir que, todos, de muy buena gana cumplirán. En nuestra tierra los bastoneros por antonomasia han sido “Capachón Minaya”, “Liclish Ráez” y “Cortaviento”. Todavía muchos viejecitos alegres guardan en su memoria las “hazañas” de estos “dueños de fiesta”.

Para “graficar” esta danza nos hemos tomado una estampa grabada por Trudy Palomino y su conjunto. Escuchen sus letras y deduzcan la alegría de los bailantes.

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