A continuación el texto del Parte Oficial de la Batalla del Cerro de Pasco enviado por el general Juan Antonio Álvarez de Arenales al general don José de San Martín, al día siguiente del primer y más importante enfrentamiento de nuestra independencia entre las fuerzas realistas y las patriotas que se coronaron de gloria.
«Por mis últimas anteriores comunicaciones de 4 de noviembre en Huamanga, 22 y 24 del mismo Jauja, habrá podido V.E, enterarse substancialmente de las marchas, movimientos y operaciones de la división a mi mando y del estado en que he dejado aquellas provincias con la de Huancavelica, no añadiéndose más que el haber quedado en Tarma un respetable parque de pertrechos y útiles de guerra, habiendo completado hasta 700 fusiles con los que me he quedado; 500 y tantos que se quitaron al enemigo en la acción y dispersos, con lo cual queda el benemérito patriota, nuevo gobernador intendente de Tarma, don Francisco de Paula Otero, activando el arreglo y organización de aquellas milicias provinciales en las que cuatro pueblos principales de Tarma, Jauja, Concepción y Huancayo.»
«Me agitaba en todas estas disposiciones, para caer aceleradamente sobre Pasco, cuando ya tenía noticias que de Lima había salido una división contra mí al mando del Brigadier O’Reilly, conque Pezuela, según sus comunicaciones originales, contaba con la total destrucción de las fuerzas que tengo el honor de mandar. Antes de llegar al mencionado Pasco, me informé de que el expresado O’Reilly, después de haberse posesionado del precisado punto, variando de posición tomó la del pueblo del Cerro, con resolución de esperarme y atacarme. En este concepto me acampé en Pasco el 5 del corriente a las once del día, y con una partida de Granaderos a Caballo pasé personalmente en la tarde a reconocer la entrada y localidad de este dicho Cerro, cuyo nombre se da al pueblo sin embargo de estar en una hondonada, rodeado de cumbres elevadas por cuya razón y otras circunstancias se suponía no sin fundamento, inaccesible. Muy a pesar de que se intentó estorbar mi designio por las tropas de O’Reilly, que al efecto ocupaban la altura de la entrada, yo efectué el reconocimiento tomando aquellas nociones que me eran necesarias, con lo cual regresé a mi campamento, sin que los enemigos me persiguiesen mas que en corto trecho»
«Al día siguiente, ayer el 6, al alba, me puse en marcha pausada por no fatigar mi tropa dejando en Pasco el cargamento y equipaje escoltados de los enfermos y algunos milicianos. Antes de las nueve de la mañana llegué al pie del gran cerro que tenía que trepar a tomar las alturas que dominan a este dicho pueblo cuya distancia desde aquel, es de cerca de tres leguas. Una nevada muy espesa y copiosa parecía que se oponía, pero en tres columnas de ataque de mi tropa disponible, dos paralelas y una retaguardia como de reserva en dirección del claro de aquellas, con dos compañías de cazadores por mi derecha algo avanzadas hacia lo más elevado, me apoderé muy pronto de toda la cima, que era el punto, en concepto de los enemigos, insuperable para mis valientes soldados».
«Desde allí, cuando ya cesó de nevar aclarando el día, procuraba observar los movimientos del enemigo que tenía a mi frente en el pueblo, situado como llevo indicado, en una hondonada, cuya bajada parecía impracticable, principalmente por mi derecha. Mi deseo se extendía a poder formar una idea del plan e intenciones del enemigo, y lo provoqué con algunos tiros de artillería sobre la población: surtió efecto mi iniciativa, pues luego salió la infantería enemiga fuera de las casas, en una corta extensión que hay entre ellas y al pie del cerro, se colocaron como 400 hombres por su derecha entre líneas sucesivas, todas preparadas u ocultas en una especie de fosos, y otra tanta fuerza a poco menos por su izquierda en una pequeña altura, en una pequeña explanada, amagándome al mismo tiempo por el propio costado con guerrillas de cazadores, como tratando de impedir mi bajada. Mi caballería estaba formada en el bajo a mi izquierda en distancia de cuatro cuadras, único terreno capaz de permitir de algún modo sus operaciones y a su fuente mediando una bajía pantanosa estaba la caballería española».
«En esta disposición di las órdenes para que mis columnas paralelas, las de once por mi izquierda, las del dos por mi derecha, con sus cazadores algo avanzados por los costados exteriores, emprendieron la bajada, y la reserva siguiendo siempre en el modo posible a retaguardia sobre el centro para tender cómo y cuándo las ocurrencias lo exigiesen, siendo de advertir que la columna de mi derecha tenía que atravesar, en bajada por un estrecho espacio entre dos lagunas para dirigirse sobre la fuerza de la izquierda enemiga casi oculta en la mencionada peña; así caí al plano improvisadamente, y sin detención de un momento mandé cargar a ambas columnas sobre todos los objetos al paso que cambiando los cazadores del once de la izquierda de su columna a la derecha por donde el borde de la laguna les ocultaba un tanto, salí a flanquear la primera de dichas líneas enemigas».
«Ambas mis paralelas, y estos cazadores obraron con tanta exactitud, energía y bravura, que a pesar de las colocaciones tan ventajosas, y esfuerzos de los enemigos, la carga de mis tropas fue tan rápida y feroz, que los contrarios tuvieron que ponerse en fuga a toda carrera siguiendo así por los dos costados del suelo, y mi reserva por el centro sin detenerse hasta el otro extremo, donde posesionándose de una pampa llana, parecía haberse disipado la fuerza del despotismo como el humo, pues, ya no aparecían enemigos sino como un total dispersión, que apenas se divisaban».
«Al mismo tiempo que mi infantería dio su carga, hizo igual operación la caballería sobre la del frente con no menos coraje e intrepidez, corriéndola a sable en mano a pesar de los obstáculos de la localidad y los flancos presentaban, hasta haberla dispersado, aprisionado y muerto cuando el sufrimiento de los caballos pudo ofrecer»
«La fuerza enemiga, según sabíamos, y nos manifiestan los estados que hemos encontrado, ascendía a número de cien y tantos hombres, inclusive 160 o 170 de Dragones y Lanceros de Lima, con el batallón de infantería, la del Regimiento Victoria, y a más de 80 a 100 hombres de la «Concordia» de este mineral; y el resultado de sustancia es, que de los enemigos que se han recogido 41 muertos, se han tomado 120 prisioneros inclusive 26 oficiales según manifiesta la lista que se acompaña con el número uno; 260 fusiles; 2 piezas de artillería; pertrechos, banderas, música, equipajes y todo lo que tenía, sin haber escapado 5 hombres reunidos pues aún el jefe O’ Reilly, se fue por una rara casualidad con 3 lanceros y así éstos como todos los demás dispersos forzosamente tomaron el rumbo para la frontera y montaña de los chunchos; que si tienen que retrogradar, lo conseguirán muy dificultosamente, estando como están los naturales patriotas de estos lugares, electrizados y ansiosos por acabar con ellos. De nuestra parte, hemos perdido cuatro hombres muertos, dos del once, uno del dos y uno de Granaderos de a Caballo más el Teniente de Granaderos del once, don Juan Moreno y 12 soldados heridos, dos muy gravemente; siendo de advertir, que entre los muertos del enemigo, un oficial y entre los prisioneros de esta clase hay dos heridos, el uno gravemente».
«Es indudable, Señor Excelentísimo, que el dios de los ejércitos protege nuestra causa del modo más admirable. Yo creo que faltaría a mi deber y a la justicia, sino pusiese al superior conocimiento de V.E el distinguido mérito, valor y fiereza extraordinarios expuestos con que se han comportado esta oficialidad y tropa cuando no me es fácil expresar quienes lo hayan hecho mejor, pues a porfía y con entusiasmo más nobles se disputan los triunfos; por lo que si V.E fuere servido, podrá conceder la gracia y alguna divisa de premios que haga honor a estos valientes defensores de la independencia de América, o a lo que sea de justificado agrado, mientras que yo esperando su aprobación determiné dar una gratificación a los soldados».
«Dios guarde a V.E muchos años»
«Campamento en el mineral de Pasco, a 7 de diciembre de 1820».
«Juan Antonio Álvarez de Arenales. (Firma)».
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