La jura de la Independencia en el Cerro de Pasco

La jura de la Independencia en el Cerro de Pasco

La jura de la Independencia en el Cerro de Pasco. Aquella mañana del 7 de diciembre de 1820, amaneció radiante. La nieve que alfombrara de albura la tierra minera dos días antes, había desaparecido. Majestuoso brillaba el sol en lo alto bajo un imponente fondo azul.

Gentes de toda condición venidas de lugares aledaños iban tomando sus ubicaciones en los linderos de la plaza Chaupimarca. A un costado de la iglesia, en el lugar donde hasta el día anterior había permanecido un gigantesco cadalso donde se habían ajusticiado a muchísimos facinerosos, se levantaba un entarimado de madera adornado con banderines, quitasueños y cadenetas. En la parte central, el altar; a un costado la bandera nacional recientemente creada por el General José de San Martín el 21 de octubre último en la localidad de Pisco.

La primera bandera peruana, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los de los extremos superior e inferior y rojos los laterales con una corona ovalada de laureles y, dentro de ella, un sol saliendo por detrás de las sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo. En la parte baja se mostraban los trofeos de armas arrancados de los realistas: tres banderas y dos estandartes aurirrojos; la espada del prófugo Brigadier Diego O’Reilly; armamentos completos de dos batallones de infantería y un escuadrón de carabineros, dos cañones, la caja militar y el parque de repuesto.

A las diez de la mañana aparecieron por una de las calles adyacentes, los bravos soldados que nos dieron la libertad; delante iba el General Álvarez de Arenales, lo seguía el Comandante chileno Santiago Aldunate al mando del Batallón No 2 con sus 300 granaderos; el Sargento Mayor, el argentino Ramón Antonio Deheza, veterano oficial de la campaña de Chile delante del Batallón No 11; el Jefe del Estado Mayor, Teniente Coronel Manuel Rojas, flanqueado por el Sargento Mayor, Juan Lavalle, al mando del escuadrón de Caballería; los capitanes Federico Brandsen, José Videla del Castillo y Rufino Guido. Cientos de hombres, mujeres y niños los aplaudían y vitoreaban.

Luego irrumpió un grupo de cerreños notables presididos por don Ramón de Arias, Alcalde y Juez Mayor de la Patria, don Francisco Quirós, notable político cerreño, nombrado Gobernador General del Cerro de Pasco; Manuel de Arias, delegado minero que más tarde firmaría el Acta de Independencia del Perú el 28 de julio de 1821, el ex-marqués de la Real Confianza Joseph Maíz y Malpartida. Detrás de todos, un grupo de hombres demacrados pero con la mirada alta y orgullosa; eran los bravos sobrevivientes huanuqueños de la revolución de Crespo y Castillo que cumpliendo sentencia del Tribunal de Lima, efectuaban trabajos dentro de las minas de la Corona en nuestra ciudad. Fueron liberados por especial disposición del General Arenales.

Una vez que hubieron tomado sus emplazamientos en el estrado, el cura huanuqueño y párroco de Yanahuanca, Reverendo Padre don Manuel Sáenz, celebró la misa y en su corta alocución se refirió al significado que el acto encerraba para la historia de América y pidió que se orase por los patriotas muertos en el campo de batalla el día anterior. Para terminar, bendijo el estandarte de Guerra del Batallón CONCORDIA DE PASCO, formado por patriotas cerreños que en el futuro velarían por el mantenimiento de la libertad conseguida.

El momento más emocionante ocurrió cuando el general Arenales invitó al patriota cerreño don Manuel de Arias, Alcalde Mayor, a que jurara la independencia de nuestra ciudad. El momento era solemne. Un silencio sobrecogedor se adueñó de todos los ámbitos de la vieja Plaza Chaupimarca cuando el Alcalde tomó en la mano derecha la bandera nacional y en la izquierda el crucifijo de plata. Al borde del estrado miró a todos los rincones de la plaza y con voz potente y emocionada, pronunció estas palabras:

– ¡Cerreños: Juráis por Dios y la señal de la Santa Cruz, el ser independientes de la Corona y el Gobierno del Rey de España y ser fieles a la patria…!

Mil voces quebradas de emoción respondieron al unísono: ¡¡Si, juramos!!

En ese instante, los noveles soldados del batallón Concordia de Pasco, efectuaron disparos de fusilería en homenaje al histórico momento.

Lo que ocurrió después fue indescriptible. La emoción se apoderó de todos los hombres, mujeres y niños que estaban en la plaza. Se gritaban vivas a la patria, a San Martín, a Arenales. Muchos lloraban, otros cantaban, pero todos emocionados, se abrazaban. Los imbatibles soldados patriotas venidos de todos los confines de América rompieron filas y se confundieron en emocionados abrazos con los cerreños que los vitoreaban.

Entretanto, todos los hombres libres rubricaban el Acta de Independencia que había levantado el escribano del Cabildo de Huánuco, don Ascencio Talancha. El Cerro de Pasco había jurado la independencia después de la Batalla de Pasco, la primera y más importante victoria de las armas patriotas en su lucha por la libertad.

El sol brillaba majestuoso en medio de un cielo azul aquella mañana del 7 de diciembre de 1820.

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