Emilio "Moticha" Alanya Carhuamaca

Emilio «Moticha» Alanya Carhuamaca, inolvidable compositor

La primera noticia que tuve de Emilio «Moticha» Alanya Carhuamaca la recibí en el Hospital Esperanza. Por efecto de un edema pulmonar agudo me hospitalizaron a punto de morir. Era febrero de 1957. Retornaba de Lima tras exitosos exámenes que permitieron mi ingreso en la Universidad de San Marcos. El oportuno auxilio fue providencial. Me salvó la vida.

Estaba completamente amoratado como si me hubieran remojado en un gigantesco recipiente de pintura. Tuve que permanecer sentado en la ambulancia. Acostado no podía respirar. Me ahogaba. ¡Cómo estaría de congestionado que el doctor Hirt que había jugado muchos partidos de básquetbol conmigo, no me reconoció! Era otra persona. Felizmente con celeridad me hicieron una sangría en ambos brazos.

La sangre brotaba a borbotones sobre dos blancos lavatorios. Uno para cada brazo. Esta maniobra asociada a la aplicación de oxígeno fue reanimándome de una manera notable. “¡Si resiste hasta las seis, se salvará!” -dijo el médico a los amigos que abarrotaban el hospital preguntando por mi salud. Junto con el alivio que me permitía respirar, me invadió una sed espantosa. Sobrehumana.

Por señas pedía que me dieran agua porque sentía que mis extrañas quemaban, mi cabeza iba a estallar en mil pedazos y mis labios apenas si podía despegarlos. La enfermera que me atendía solícita, me negaba el agua asegurándome muy quedo que si bebía, mi vida peligraba; sólo un algodón húmedo me pasaba por los labios que en nada atenuaba la sed que me abrasaba.

Por esos raros fenómenos que acontecen en la vida veía cómo frente a mí, sin que pudiera alcanzarla, una fuente de agua cristalina se derramaba a iba a perderse por tierras que la absorbía toda. Fue un suplicio que duró muchas horas. En la noche, ya felizmente aliviado, respiraba con normalidad por el oxígeno y las botellas de suero que me aplicaron. Dormí tranquilamente. ¡Estaba salvado!.

Durante una de las noches de mi convalecencia, aprovechando la ausencia de la enfermera, me puse a recorrer las instalaciones del hospital. Al llegar a una puerta vi a un hombre joven que con gran amabilidad me saludó y me invitó a entrar en su habitación. Comenzamos a platicar fraternalmente de muchas cosas por mucho tiempo.

En un determinado momento sacó un tocadiscos y me invitó a escuchar algunas grabaciones. ¡Cómo lo recuerdo!. Mi corazón sufrió un vuelco enorme cuando escuché un huayno huancaíno incomparablemente hermoso: “Mala, malita, mala”. ¡Qué hermosos versos, acicalados por una melodía incomparable. Cuando terminó la grabación, puso la otra cara del disco Sono Radio de etiqueta roja y mi emoción se acentuó más.

El extraordinario dúo femenino –el mejor que ha tenido Huancayo- de “Las Golondrinas” cantaba: “Mal de Ausencia”. A partir de aquella noche y todas las siguientes, escuchaba arrobado aquellas canciones que me llegaban al sentimiento más profundo. Las inconfundibles voces de las hermanas Martha e Isabel Espinoza Aybar, me recordaban a mi Aidita, el amor de mi vida.

La noche de mi despedida, le confié a mi anfitrión que haría todo lo posible por dar con el autor de ambas canciones cuyo nombre se me había grabado en el corazón: Emilio Alanya Carhuamaca.

Aquella noche cuando la enfermera me sorprendió saliendo del cuarto de mi amigo, me tomó del brazo y me sacó rápidamente hasta la puerta, donde sin consideración ninguna me espetó: “¡¿ Cómo se le ocurre entrar en esa sala?!. Ese señor está desahuciado y pronto va a morir con una enfermedad muy contagiosa, por eso está aislado es esa habitación!”. (Bueno felizmente no me ocurrió nada a pesar de que al poco tiempo me enteré de la muerte de ese generoso amigo y confidente).

Al día siguiente partí a seguir estudiando en San Marcos a donde acababa de ingresar. En todo el tiempo que siguió, el recuerdo de las canciones me perseguía y la cantaba cuando se presentaba la ocasión. No podía olvidarlas.

Pasaron algunos años y por mi dedicación y esfuerzo llegué a ocupar la Administración de RADIO PASCO donde tuve imborrables experiencias.

Un día llegó a la oficina un hombre de talla media, ojos claros y juguetones, con unas canas excesivamente prematuras que lo hacía parecer más viejo de lo que en realidad era. Extremadamente triste parecía estar bajo un peso extremadamente enorme que estaba a punto de doblegarlo. Me dijo que era locutor y me pedía que le diera trabajo. Preguntado por su experiencia me dijo que había trabajado en las mejores emisoras de Lima y que estaría dispuesto a someterse a una prueba de suficiencia.

Cuando le solicité sus documentos personales me afirmó que se los habían robado. Que su nombre era Máximo Mosquera y que en ese momento no tenía adónde cobijarse porque no contaba con medios económicos. Cuando le informé que todas las plazas estaban ocupadas y que él me estaba mintiendo, vi que sus ojos se cubrían de lágrimas acentuando la pesadumbre que lo agobiaba.

– ¡Es verdad, señor! –Me dijo con voz entrecortada- le he mentido. Mi nombre no es Máximo Mosquera y que no me han robado ningún papel, aquí está mi libreta electoral, puede verla. Me la alcanzó.

Recibí el documento de mala gana y lo abrí por no incomodar al hombre. En ese momento sucedió algo increíble. No podía creer lo que estaba viendo. El hombre que estaba frente a mi era nada menos que Emilio Alanya Carhuamaca, el compositor que me había emocionado como nunca. Leí dos veces sin salir de mi asombro, sin demostrar el sentimiento de admiración que me estaba dominando.

– Bien sabía que trataba usted de engañarme. El apellido Mosquera es de gente morena y, usted no lo es. –dije.

– Así es señor. Soy de Huancayo.

– Además de locutor, ¿Desempeña otras actividades?

– Sí, señor. Soy compositor.

– ¿Compositor?

– Sí, de huaynos, señor.

– ¿Cuáles por ejemplo?

– “Mala, malita, mala”, “Mal de ausencia”….

– Bien, muy bien –le interrumpí- Mañana comienza a las cinco de la mañana, abriendo la audición. ¿De acuerdo?. –¡Cómo se transformó el hombre!. El azul de sus ojos casi muertos cobraron vida y una sonrisa tremenda se dibujo en su rostro antes apesadumbrado.

– ¡Sí, señor!… ¡Sí, señor! –dijo en los umbrales de la locura.

– Ahora dame un abrazo, Emilio. El hombre que ha hecho esas joyas hermosas no puede estar sin trabajo.

Así comenzó todo.

Al día siguiente, con un ímpetu inusitado comenzó la tarea. Con un quechua juguetón comenzaba saludando a su público oyente que en poco tiempo se le rindió incondicionalmente. Es que a lo largo del programa de dos horas, con un gracejo muy particular, muy suyo, no sólo presentaba adecuadamente las grabaciones de los artistas de entonces, sino que hacía comentarios relativos a los precios en los mercados, los problemas de tránsito, higiene y los chismes más cómicos referentes a personas muy conocidas en la ciudad.

La sintonía era total. Lo verifiqué en muchas mañanas que alternativamente visitaba los diferentes barrios de la ciudad, los pueblos y asientos mineros cercanos. Era todo un éxito. Con esa admirable dinámica que desde el comienzo imprimió a su trabajo, consiguió la absoluta adhesión del pueblo que lo convirtió en su ídolo.

Alentado por su popularidad decidió realizar una feria que, semanalmente, ofrecería artículos de primera necesidad a precios bajísimos. Para ello concertó con los comerciantes, Municipalidad y policía. Tras una adecuada organización, largó con el evento.

Cada domingo las familias asistían a la Plaza Jorge Chávez, núcleo de la feria, debidamente señalizada en sectores donde felices y contentas realizaban sus compras para toda la semana. La Municipalidad, con mucho acierto colaboró con el “Huaccha” Alanya que subió su popularidad como la espuma.

Un día le propuso a la Liga de Fútbol el aumento de sus ingresos. Lógicamente, sus miembros aceptaron. Aprovechando las instalaciones del Estadio y adelantando el horario de los partidos de la liga, programó la presentación de las más notables figuras del Folclore Nacional.

Estas presentaciones me permitieron conocer y alternar con las divas más notables de nuestro canto nativo: Pastorita Huaracina, Rosita Salas, las hemanas Zevallos, especialmente Ezmila; Tiburcio Mallaupoma, Zenobio Dhaga, Los Aborrecidos, El Embajador de Quiquijana, El Jilguero de Huascarán, los Tarumas, Luis Abando Morales, etc.

Tal era el éxito de estas presentaciones que finalizaban con un pasacalle general que daba vueltas por las principales arterias de la ciudad. Cada domingo era un éxito clamoroso.

Una de aquellas noches que salimos a dar una vuelta por la ciudad, abrigados a más no poder, me pidió que lo acompañara a beber unos “calientes”. Con ese fin entramos en el “Astoria”. En amenísima charla me refirió que su nombre completo era Emilio Vicente Alanya Carhuamaca, pero que era más conocido por su apodo de “Moticha” debido a sus ojos azules y su mechón blanco del cabello. Que había nacido Pucará, provincia de Huancayo el 22 de mayo de 1926.

Que había terminado su primaria en Pucará y la secundaria nocturna en Lima. De día trabajaba como canillita y lustrabotas. Un amigo médico a quien le lustraba los zapatos lo llevó como empleado al hospital Dos de Mayo, donde resultó enfermero farmacéutico práctico. Tiempo después ingresó a la Universidad Católica donde estudió Periodismo y folclore.

Trabajando en la Compañía Huanta compuso su primera muliza: “Casapalca” en 1948. Era su homenaje a los obreros que murieron en las Minas de Aguas Calientes. El primero de enero de 1949 fundó la Compañía Catalina Huanca con la que alcanzó renombrados éxitos. Por esos años fundó el “Coliseo Nacional” juntamente con César Gallegos y el “Coliseo del Folclor Huanca” y el programa radial “La voz del folclore” en Radio Lima.

Aquella extensa conversación fue muy amena e inolvidable. Ahora que han transcurrido más de veinte años de su partida, todavía la recuerdo con mucho cariño. Aquella misma tarde me solicitó una hoja de papel y un lapicero con los que comenzó a componer. ¡Cómo lo recuerdo!. Él escribía y yo miraba en silencio, arrobado, viendo cómo su inspiración se deslizaba con una facilidad asombrosa sobre el papel. Luego de algunas correcciones, cantó su huaino “Lágrimas de Amor”.

Lágrimas de amor derramo
en el mundo de mis pasiones
con el alma desesperada (Bis)

Cada gota de este mi llanto
es mi dolor hecho pedazos,
por haberte querido tanto
sin conocer tus sentimientos.

El cielo y las estrellas
que te cuenten lo que yo sufro,
que te digan lo que padezco.(bis)

Mientras gozas de toda dicha
mi corazón está llorando
ten presente que en esta vida
la juventud pronto se acaba

Aquí está mi pobre pecho
Sin poder cómo olvidarte
El amor que yo te tuve
En llanto se ha convertido.

Cando terminamos nuestros tragos, hermanados como siempre, nos fuimos cantando en dúo aquella maravillosa creación A la semana siguiente fue grabada con gran suceso por las “Golondrinas”. ¡¡Todo un éxito de “Moticha”!!

Esta vorágine de triunfos duró seis meses. Aquel tiempo todavía no había compuesto la muliza “Falsía”, escrita en el penal El Sexto; tampoco “Ayrampito”, huayno que alcanzó grandes triunfos en la voz de Flor Pucarina. De su genialidad también saldrían “Mi Junín”, “Adiós mi Jauja”, “Corazón mañoso”, “Mis horas tristes”, “Mi amor florecerá” y “Tristezas”, entre otras composiciones.

El día de su partida, nuestro pueblo minero sintió que estaba perdiendo a un gran amigo. Así fue. Se alejó dejándonos sus hermosos huainos y un hijo que tiene un ojo violeta y otro azulado, habido en una hermosa chica cerreña. Hoy, transcurrido muchos años, me he permitido rendir homenaje a su memoria y a su talento, con aquella canción que creó en mi presencia aquella tarde lluviosa cerreña. Hermano “Moticha”: jamás te olvidaremos.

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7 comentarios en “Emilio «Moticha» Alanya Carhuamaca, inolvidable compositor”

  1. Linda Anecdota despues de 22 años de fallecido mi abuelito Emlio vengo a ver esa nota, yo no tuve la oportunidad de conocerlos pero las composiciones que hizo me encantan mucho.

  2. Aurelio Milla Trujillo

    Una mañana, mi madre (90años, la ultima cerreña) que no desea salir de su cerro me despertó al prender el radio PHILIPS (adquirida a largo plazo) por sus parlantes se escuchaba efectivamente, a un locutor muy peculiar, que creo ya todo el cerro lo escuchaba por su estilo, ahora sabemos, gracias a shishaco, había un amanecer alegre.

  3. JOSE ESPINOZA

    Soy un joven de 28 años natural de Cerro de Pasco y a diferencia de muchos de mi edad me encanta escuchar nuestra musica Cerreña, me trae sentimientos encontrados de vivencias y de mis años de juegos eternos que pase, asi como mis atinos y desaciertos en mis amorios; muchos se admiran de mi aficion por nuestros huaynos y mulizas mas yo me siento orgulloso de haber nacido en la hermosa tierra donde los compositores y cantaurores convierten en musica nuestros cerros nevados, nuestras lagunas, nuestras primeros rayos de sol y a nuestras mujeres para el deleite de nuestros oidos y para rebobinar nuestras vivencias con un toque magico bellas melodias.

  4. Juan Carlos PORRAS ROMO

    Emilio Alanya Carhuamaca fue yerno de San Jerónimo de Tunán, casado con Bertha Mosquera Maldonado la primera flor de valle, «Flor del Mantaro».

    1. Wilder Mallqui

      Que gran suerte de haber conocido a un gran hombre, cuyas composiciones son inmortales. Desde pequeños hemos escuchado esas lindas canciones que son la vivencias costumbres y sentimientos muy profundos de muchos peruanos. Nos identificamos todos con estos grandes nombres Emilio Alanya Carhuamaca, Tiburcio Mallaupoma, Zenobio Dagha, Juan Bolívar, etc
      Muchas gracias a estos grandes peruano por su existencia.

  5. fernando Altamirano

    La historia es cierta? Emilio Alanya en la letra de «Falsía» demuestra gran calidad y emoción social, nunca debió sortear la vida por un trabajo…..que pena…..

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