La Fiesta de las Cruces en el Cerro de Pasco

La Fiesta de las Cruces en el Cerro de Pasco

La Fiesta de las Cruces es una celebración religiosa que desde la colonia ha concitado gran recogimiento en el Cerro de Pasco. Como en toda España se realiza este festejo desde tiempos inmemoriales, en el bagaje de los conquistadores llegó a nuestra patria, alcanzando gran difusión en todos los pueblos del interior del país.

Es fácil darse cuenta de la gran manifestación de fe, de la Fiesta de las Cruces, a lo largo y ancho de nuestro territorio en cuyas partes más elevadas o más visibles hay una capilla o una Cruz de la Pasión con todos sus símbolos. La Cruz de la Pasión ha reemplazado a las incaicas “Apachetas”, que ubicadas en las partes más altas de los cerros servían para pedir a los dioses, el ejercicio de sus benefactoras acciones; los españoles trajeron la Cruz que ha quedado en su lugar.

En el Cerro de Pasco, hasta muy entrado el presente siglo, podía verse el signo sacro a la puerta de las Iglesias de Chaupimarca y Yanacancha; las fotografías existentes, así lo confirman. En un determinado momento, los “decentes” juzgando que la presencia de la cruz era antiestética y de gusto folklórico, decidieron quitarla; es decir había que parecerse a Lima, en ninguna de cuyas iglesias se podía ver la Cruz. Sólo lo “cholos” tienen esa costumbre, dijeron.

“Decentes” y todo, la fe se iba acrecentando en forma incontenible. En cada barrio cerreño importante se erigió una capilla para venerar a la Cruz y, desde aquellos tiempos también, la fiesta ha seguido adelante. Durante todo un año, -de mayo a mayo- el prioste o mayordomo, funcionarios y fieles en general, se preparan para celebrarla con gran pompa y recogimiento. Como tenía que contarse con un acto digno de su importancia, consideraron a la Chunguinada como la justa pleitesía de un pueblo agradecido. Así la chunguinada es el espectáculo central de la fiesta. Por eso desde la víspera todo se deja todo listo para el día central de la Fiesta de las Cruces que es el tres de mayo, instituido por la Iglesia Católica. Con ello se quiere honrar a la Cruz del Salvador, porque en tal fecha fue hallada después de permanecer largo tiempo extraviada. La apretada historia de este hecho es la siguiente.

Se cuenta que el Emperador Romano, Constantino había tenido una revelación al ver una enorme cruz que brillaba en el cielo, circundado de las palabras: “In hoc signo vinces”. Desde aquel momento, ya convertido al cristianismo, reemplazó las águilas de los estandartes romanos y acuñó las nuevas monedas con el símbolo sacro. No sólo él, sino también su madre, la piadosa Elena que no descansó hasta dar con la cruz en la que había muerto nuestro Salvador y extraviada después de que el cuerpo fuera retirado. Tuvo muchísimas dificultades para cumplir su aspiración, pero movida por su fe, y guiada por los consejos de sabios ancianos, llegó al mismo lugar del suplicio donde descubrió enterradas tres cruces: una de Jesucristo y las dos restantes de los ladrones crucificados con él. Como no se podía saber a ciencia cierta cuál correspondía al Salvador y cuáles a los ladrones, intervino San Macario, a la sazón patriarca de Jerusalén que, inspirado por Dios, aplicó las tres cruces a una mujer que agonizaba y mientras que dos no tuvieron efecto alguno, al tocar la tercera, la mujer sanó milagrosamente. Como se notaba que en el ambiente había duda de la gente, hizo traer a un hombre que acababa de morir y aquí también, fue la cruz signada por el milagro el que lo hizo resucitar mientras que las otras no habían tenido efecto alguno. Prosternados los fieles presentes, aclamaron que aquélla era la cruz en la que el Salvador había muerto. Desde esa fecha quedó instituido el Día de la Santa Cruz. Era el tres de mayo del 328. Es más, Constantino conmovido por el descubrimiento de su madre, hizo edificar una Basílica sobre el Gólgota con el nombre de ANASTASIA.

El pueblo cerreño –volviendo a lo nuestro- religioso como pocos, reverente ante la Cruz, símbolo supremo de dolor y de amor, celebra con gran recogimiento la fecha. Es tanta su devoción que le ha dedicado toda una semana a la Fiesta de las Cruces y, a veces muchos días más, para recordarlo. Por eso es que, cada barrio importante de la ciudad minera, ha erigido un Capilla para honrar a su Cruz. Huancapucro que desde su elevación se ha convertido en bello mirador de la ciudad, cuenta en la actualidad con gran cantidad de fieles. Uliachín, antiquísimo barrio, límite sur de la ciudad minera, tiene el suyo con una envidiable tradición guardada por numerosos fieles. San Cristóbal, en el corazón de la ciudad, actualmente reúne a varios grupos que fraternalmente conllevan las celebraciones. Curupuquio, en el barrio obrero de Ayapoto tiene también una sólida organización y numerosos seguidores. San Atanasio, en la parte céntrica del Cerro, naturalmente cuenta con sus cofrades y amigos. La fe inquebrantable del pueblo minero sigue edificando capillas en sus barrios respectivos en donde se están formando también nuevos danzantes de chunguinada.

Como las que se veneran desde el tres de mayo son las cruces; éstas se presentan como tales, sólo cruces; eso sí, llevan una serie de representaciones que la adornan. Los símbolos que acompañan al madero tienen, cada uno, su significado. En primer lugar, en la parte alta, coincidiendo con el cruce del soporte y los brazos, se ve el paño de la Verónica, donde se distingue nítidamente el divino rostro sufriente de Nuestro Señor. Encima del lienzo va la corona de espinas que se le colocara a Jesús, como burla y tormento en el momento de la flagelación. Inmediatamente arriba, el cartelito con las palabras INRI, que como burla sangrienta al Hijo de Dios, llamaron Rey de los Judíos. En la cúspide hay un gallo, elemento indispensable en las representaciones de la Pascua de Cristo, que simboliza la reiterada negación y felonía de su apóstol Pedro. Otro símbolo que muy pocas cruces tienen, es el cartelito en el que se notan unas letras negras S. P. Q. R, que en latín quiere decir SENATUS POPULOS QUE ROMANUS (“El Senado y el Pueblo de Roma”). Estas palabras se colocaban en todos los Decretos romanos acompañando a los documentos oficiales de la época. Un redondo disco amarillo sobre el que se pinta una sonriente cara regordeta, representando al sol, sobre el brazo derecho del madero; en cambio al extremo izquierdo va una luna en cuarto menguante tallada en madera.

Del brazo izquierdo hasta el medio del soporte central, la lanza con la que Longinos atravesó el costado derecho del Salvador del Mundo; simétricamente, del brazo derecho pende una larga varilla circular en cuyo extremo superior se halla la esponja que, mojada en hiel y vinagre, se le acercara al Crucificado cuando éste manifestó tener sed. Oblicuamente, pendiente de los brazos derecho e izquierdo hasta el centro del soporte central, hay dos escaleras que sirvieron para hacer descender el bendito cuerpo de Cristo después de su muerte; también pende una larga sábana de tela blanca usado por José de Arimatea, Nicodemo y sus ayudantes para hacer descender el cuerpo bendito. Más abajo, en el cuerpo central, tres sólidos clavos de acero con los que se fijó el cuerpo santo; el martillo con el que se clavó manos y pies; dos tenazas con las que se extrajeron los clavos; los cinco dados que emplearon los soldados romanos para jugarse las vestiduras del Salvador; la balanza en la que se pesarán las almas en el Juicio Final; el cáliz del rito de la última cena y la bolsa conteniendo las treinta monedas con que fue vendido el Señor por Judas, el traidor.

Cada año, el sábado de Gloria, -culminación de Semana Santa- todas las capillas han sido adornadas interior y exteriormente con cintas de papeles, cadenetas, quitasueños y artísticos faroles luminosos enmarcando el nombre de los mayordomos que mandarán celebrar la fiesta anual. Fuera de la capilla, a la puerta, los servicios correspondientes invitarán a los fieles el “Café Macho” consistente en un café “garpo” (rústico) avivado con un buen copón de aguardiente. Por su parte la chiquillería celebra alborozada el retumbar de los triquitraques y los cohetes de varios tiempos que anuncian la alegría que se está viviendo. La felicidad general es el común denominador de esta celebración.

Cercana la medianoche del Sábado de Gloria, víspera del Domingo de Pascua de Resurrección, en un marco de recogimiento y plácemes, se efectúa el “Cruz Jorgoy”, o sea la sacada de la cruz. Parejas de esposos, novios y amigos del barrio, acompañados de una competente orquesta sacan reverentes al Santo Madero y lo llevan por las calles céntricas en procesión hasta la casa del artista popular que; retocará, pintará, pulirá y hará todo lo necesario para dejarla lista para la fiesta central. En pago recibirá el presente de significativos tragos de parte del prioste. Finalizado este acto protocolar, la rondalla de fieles se retira cuadrillando por las calles, luciendo su complacencia por haber cumplido con el primer paso de esta gran fiesta. Todo culmina ruidosamente con una jarana en casa del Mayordomo. Las parejas chispeadas se retiran a sus casas en tanto, las comisionadas correspondientes, irán a un lugar donde abunde el agua a lavar el mote, las tripas del carnero, la cabeza y toda la carne que se empleará en la preparación del rico Mondongo cerreño y otros potajes que se servirá en la fiesta. Otros fieles que no han participado de esta fiesta, a esa hora, están yendo a la misa de Pascua de Resurrección.

Ahora hay que esperar sólo la llegada de mayo para la Fiesta de las Cruces

Es necesario mencionar aquí que hay un barrio cerreño muy tradicional que, con igual entusiasmo y fe realiza la Fiesta de la Cruz; es el Barrio de Paragsha, donde se conmemora el 14 de setiembre de cada año, en una capilla muy bien acicalada y hermosa. No les falta razón a los paragshinos. Esta fecha está signada por la Iglesia como el Día de la Exaltación de la Cruz. El origen de tal día y tal celebración, es el siguiente:

Edificada la Basílica Anastasia por Constantino para celebrar el descubrimiento de la cruz después de estar extraviada –como lo vimos anteriormente- lleno de fe por los milagros recibidos, hizo construir otra iglesia sobre el Gólgota con el nombre de Martyrium, en donde se realizó por primera vez, el 14 de setiembre del 335, la Fiesta de la Exaltación de la Cruz.

En su razón los paragshinos, celebran con gran boato, no sólo a la Cruz, sino a nuestro mismo Señor, al que la fe de ese barrio le denomina, el Señor de la Exaltación; “Taita Icsha” como cariñosa pero respetuosamente se le llama. Aseguran que es muy milagroso y su celebración, ruidosa y alegre, con participación de chunguinada, negritos de Huánuco y Auquish Danza, es muy sonada en nuestra vieja ciudad minera.

Durante los primeros días de mayo de cada año en los que se celebra la “Fiesta de las Cruces”, muchas son las comparsas representativas de cada capilla: Uliachín, Huancapucro, San Atanacio, San Cristóbal, Curupuquio, Santa Rosa, etc. Programada con mucha anterioridad el itinerario que habrán de cumplir, tienen anotados los nombres de capillas, personas y autoridades que habrán de visitar durante los días de fiesta. Son muy meticulosos en cumplir esta agenda. Así, diariamente están de pie con las primeras luces del día. Generalmente a las siete de la mañana ya están presentes en la misa del día y luego en la explanada de la capilla danzan lo mejor de su repertorio en homenaje a la capilla visitada.

Después de la ceremoniosa danza en honor de la Santa Cruz, los chunguinos rompen el protocolo y en homenaje al mayordomo anfitrión, la guiadora invita a bailar al mayordomo mientras que el guiador lo hace con la esposa de éste. Los demás, hombres y mujeres, hacen lo propio con los familiares y amigos allí presentes. Finalizada la danza, continúan en el cumplimiento del itinerario.

En realidad, hay una serie de pasos que se cumplen en estos festejos (Ver el tomo VII de la Historia del Pueblo Mártir del Perú). Ya devueltos los disfraces a sus alquiladores, los chunguinos con trajes de diario salen a bailar por las calles en compañía de sus familiares y amigos. Delante de todos, un fuerte mozo, llevando la cabeza del toro degollado hará cómicas piruetas como amenazando a la gente pueblerina; muchas veces levantará las faldas de las mujeres apostadas en las veredas originando la algarabía de los asistentes. Los cohetes en escandalosas explosiones, los sones de algarabía de los cachimbos y los brindis menudos, están despidiendo la fiesta hasta el próximo año.

Como parte especial de esta despedida, las despenseras llevarán consigo grandes canastas en las que portarán el “Trucay” que no son sino una amalgama de muñecas de pan, de diversos tamaños, cocinados previamente. Estas serán repartidas de acuerdo a los tamaños; cuanto más grandes, más responsabilidades. La mayor será para el funcionario entrante, las medianas para parientes, invitados y bailarines. Todo el que recibe el “trucay”, se está comprometiendo, implícitamente, a contribuir con el funcionario para el éxito de la fiesta del año que viene. Algunos ofrecen el toro, carneros, cuyes, gallinas, licores, la orquesta, ingredientes etc. etc.

Rendidos pero contentos de haber tributado reverente homenaje a la Santa Cruz de Mayo, de haber visitando todas las capillas cerreñas, a las autoridades y personajes notables de la ciudad, los chunguinos, los chutos, el prioste, los funcionarios, los mayordomos comprometidos para el próximo año, la despensera, las cocineras, los tulperos, los coheteros, los servicios; todos descansarán a la espera de una nueva versión de la Fiesta de las Cruces. Entretanto, la Cruz bendita del barrio, derramará sus santas bendiciones en los hogares creyentes.

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