La toma de la residencia del Embajador del Japón el 17 de diciembre de 1996 fue uno de los acontecimientos más dramáticos de los últimos tramos de nuestra historia nacional. Durante cuatro largos meses el mundo estuvo pendiente de la negociación que el gobierno peruano mantuvo con los miembros del movimiento terrorista Túpac Amaru. En ese entonces, nadie supo la historia de cómo se realizó la operación de rescate más exitosa de los últimos tiempos, ni cómo se construyó una réplica exacta del edificio donde nuestros comandos analizaron cada detalle y cada rincón para planificar una operación perfecta, ni menos aún de la importantísima acción de un grupo de avezados mineros cerreños que abrió el túnel que posibilitó el ingreso de los comandos en aquella mansión. Todo que ello fue posible gracias a la planificación previa y a una red de inteligencia montada con los mismos rehenes que mostraron un alto nivel de capacidad y audacia.
Recordemos lo principal.
“Con motivo del 63º natalicio de Su Majestad el Emperador del Japón, el Embajador Morihisa Aoki y la Señora de Aoki tienen el honor de invitar a usted a la recepción que ofrecerán el día martes 17 de diciembre de 1996, de 19.30 a 21 horas», rezaba, la tarjeta de invitación oficial. El verano comenzaba con su calor agobiante. En la casona residencial en el barrio de San Isidro, el embajador japonés recibía a sus invitados. Esta casona tiene una historia muy interesante ligada de manera especial al Cerro de Pasco. Antenor Rizo Patrón, brillante minero que trabajo por largos años en la capital minera del Perú donde amasó su fortuna, estuvo muy ligado a la minería auspiciada por don Eulogio Fernandini, dueño de Colquijirca. Allí abrió el túnel fundamental para una exitosa explotación y descubrió abundante bismuto en San Gregorio y el pentasulfuro de vanadio en Minarragra del que llegó a ser el primer productor del mundo. Esta explotación, entre otras, lo encumbró económicamente.
Ya en la cima de la fama y la riqueza, decide construir un palacio en homenaje a su esposa, doña Graciela Basurco González. A ella le había impresionado aquella hermosa casona que se ve en la película, ”Lo que el viento se llevó” -joya de la cinematografía, protagonizada por Clark Gable y Vivien Light- basada en los últimos años de esplendor del Gran Sur estadounidense y su derrota en la Guerra de la Secesión. No reparó en ningún tipo de gastos y fue inaugurada en 1942. En este ambiente palaciego se llevaron a cabo grandes fiestas con lo más granado de la sociedad limeña de entonces. Pasados los años, en 1974, fue comprada por la Embajada japonesa.
Era las 19.30 del día de la fiesta y todas las personalidades de la vida política, social, económica, militar, eclesiástica y cultural del Perú lucían sus mejores trajes y condecoraciones. Diecinueve minutos antes, una ambulancia había doblado por Marconi, la primera calle paralela a la cuadra dos de Thomas Alva Edison y sus dos tripulantes saludaron a los policías que en esa esquina hacían el primer control de las tarjetas de invitación y, estacionaron frente a una casa detrás de la residencia de Aoki. Rápidamente dominaron a un guardia de seguridad e ingresaron. Allí esperarían el momento para dar el gran golpe. Aquellos policías del control nunca imaginaron que dentro de esa falsa ambulancia había 14 guerrilleros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru dispuestos a exigir la liberación de sus compañeros presos en distintas redadas.
A las 20.20, los 14 guerrilleros abrieron un boquete en el muro que da a la casa del embajador e ingresaron en los jardines disparando al aire ráfagas de fusil AKM. Varias mesas adornadas cayeron al suelo, empujadas por decenas de invitados que corrían sin saber hacia dónde, espantados por los disparos y los gritos. Los guardias de seguridad intentaron repeler el ataque pero rápidamente quedaron fuera de combate tras breve tiroteo. En apenas 20 minutos, los 600 invitados marcharon con las manos entrelazadas en la nuca hacia los salones de la residencia donde fueron obligados a tirarse al piso. Adentro había quedado todo el poder político peruano —incluidas la madre y una hermana de Fujimori— y gran parte del mundo diplomático.
Con la totalidad de asistentes tirados en el piso, se oyó la voz del representante de la Cruz Roja Internacional, Michel Minnig, que se ofreció como mediador entre rehenes y captores. La propuesta fue aceptada. La primera negociación entre Cerpa Cartolini –líder de los rebeldes- y Minnig tuvo un efecto casi inmediato: una hora y media después un nutrido grupo de mujeres más un hombre en silla de ruedas dejaron la residencia del embajador Aoki. La hermana y la madre de Fujimori, curiosamente, estaban en ese grupo: Cerpa Cartolini nunca supo lo que había tenido entre mano.
Para las 10 de la noche, los guerrilleros habían dado a conocer sus demandas y el presidente peruano mantenía una reunión urgente con el Consejo de Ministros. En los alrededores de la casona estaban apostados centenares de policías y soldados. Los emerretistas tenían en su poder a 379 personas, de las cuales 118 eran extranjeras y 261 peruanas: 14 miembros del gobierno, 26 altos jefes de las Fuerzas Armadas y Policía, además de 75 diplomáticos y 164 empresarios y profesionales. Comenzaba en ese momento una larga y tediosa espera cargada de tensión, rumores y negociaciones que duraría 126 días. Fueron tantas las negociaciones que para el 22 de abril de 1997 quedaban todavía 72 rehenes. Incluso se negoció la salida a Cuba o a República Dominicana de los 14 guerrilleros más una jugosa suma de dinero. Pero nada de eso ocurriría.
El caso es que a partir de aquel momento el problema se convirtió en un quebradero de cabeza. Rescatar a los rehenes por aire descolgando comandos o atacando francamente, era imposible. Enfrentarse a los terroristas a “pecho abierto” habría originado numerosas muertes con enormes repercusiones diplomáticas. Ambas opciones carecían de algo de valor fundamental: el factor sorpresa. Quedaba una sola posibilidad. Hacerlo por un túnel. Ya en 1990 los emerretistas habían fugado a través de un conducto de trescientos treinta metros del penal, Castro Castro, en el momento en que se jugaba la final del campeonato mundial de fútbol. Éste era la salida al problema. Nominaron a dos coroneles para que trazaran el plan del operativo que dieron en llamar “Chavín de Huantar”. El problema que se les presentaba era la ejecución del túnel. ¿Quién lo haría? El conocimiento que habían adquirido los oficiales del ejército en las academias de Saint Cyr o West Point, de nada les sirvió. Era un trabajo para profesionales. Es entonces que decidieron que el túnel lo trabajarían hombres acostumbrados a estos menesteres. Lo harían los mineros peruanos y, como no podía ser de otra manera, decidieron que fueran los del Cerro de Pasco, los más grandes del Perú.
Reclutaron a veinticuatro hombres hábiles y dos ingenieros de las minas de CENTROMIN, en el Cerro de Pasco. Les dijeron que tenían que viajar urgentemente a una mina de Puno para rescatar a un grupo de mineros atrapados. Los hombres aceptaron con gran decisión ya que de salvar a sus compañeros se trataba. El 14 de enero los llevaron al aeropuerto de Jauja y embarcaron en un avión Antonov. Más tarde cuando llegaron se dieron cuenta de que había sido engañados porque en lugar de Puno estaban en la base aérea de Las Palmas. De allí los llevaron al cuartel general Alfonso Ugarte, frente al local del Servicio de Inteligencia Nacional. La alarma creció entre ellos cuando procedieron a fotografiarlos de frente y de perfil como si fueran delincuentes. Es entonces que un coronel, con toda franqueza, les hizo conocer la misión para la que habían sido traídos. Les dijo que como el trabajo no sólo era el más honroso para cualquier peruano sino de alto riesgo y muy secreto, tendrían que soportar todo el tiempo necesario alejados de sus familiares.
No hubo ni se permitió ninguna réplica. Llegada la noche los hicieron llegar a dos casas alquiladas de la calle Marconi colindantes con el jardín posterior de la mansión japonesa. En todo el tiempo que trabajaron el túnel tuvieron que convivir con policías que estaban más que nada para vigilarlos con un trato despótico y discriminatorio. Los mandaban de una manera tan grotesca que despertó un odio soterrado entre los mineros. Se llegó a tal extremo que inclusive cuando se presentaba algún problema de salud los policías se negaban a traer al médico.
Por su parte, las esposas de los obreros, atormentadas por la ausencia prolongada de sus maridos comenzaron a inquirir de las autoridades y, cuando nada consiguieron, reunieron un dinero y cuatro de ellas viajaron a Puno. No encontraron nada. Esto los alarmó grandemente. Los mismos periódicos hicieron eco de los reclamos. La República decía: “Las esposas de la mayoría de los 24 mineros que abrieron los túneles que permitieron el asalto militar a la casa del embajador japonés en Lima, y la Federación de Trabajadores de la empresa Centromín Perú, denunciaron que no ven a los obreros desde hace cuatro meses.
María Luz Huamán, cuyo marido trabajó en los túneles y al que no veía desde la primera semana de enero, reclamó al gobierno que permita a los mineros volver a sus casas, pero el congresista Carlos Blanco Oropeza, uno de los ex cautivos, dejó entrever que el gobierno estaba «protegiendo» sus vidas. El gobierno no se pronunció hasta hoy sobre el paradero de los mineros, cuyas edades oscilan entre 30 y 35 años.
La señora Huamán relató que los mineros dejaron sus casas la primera semana de enero para realizar una «acción cívica de apoyo a mineros sepultados por un derrumbe en el Departamento de Puno, en el sudeste andino de Perú, fronterizo con Bolivia”.
A diferencia de Huamán, Victoria Uzuriaga, esposa de otro de los mineros, dijo que ella y otras tres mujeres fueron trasladadas por militares a «un lugar desconocido» para encontrarse con sus esposos, y afirmó no saber si alguno de los mineros murió en los trabajos. Los mineros trabajaron diariamente en grupos de ocho personas y en tres turnos para abrir las galerías bajo la residencia y habilitarlas de luz eléctrica y ventilación”.
Las autoridades de Lima, para atenuar la angustia de las compañeras de los obreros, les permitieron que escribieran sendas cartas pero con la prohibición total de no revelar el lugar de su estadía y menos aún la misión que estaban cumpliendo. Es más, fletaron un Antonov y condujeron a las mujeres a Pisco donde se encontraron con sus maridos. Esto atenuó la angustia de las mujeres. En cuanto a los mineros, no obstante estar acostumbrados a las altas y bajas temperaturas que se experimentan dentro de la mina, los agobió la humedad limeña que los dejaba exhaustos.
Así comenzaron a avanzar en la construcción del túnel. El más extenso y principal de los cuatro que se hizo, tenía una extensión de 128 metros de largo y cuatro bocas de salida para el asalto final. Comenzaba en la calle Marconi 255 y conducía a la terraza por donde salieron los rehenes confinados en el dormitorio del embajador. Las tres restantes iban al jardín derecho y por ahí entraron los comandos. Dos metros antes de la boca de salida, se abría un ramal de 60 metros que pasaba por debajo del salón principal, el comedor de gala y la cocina. Los otros dos túneles eran de menor extensión. Veinte metros cada uno. Por ahí ingresaron los comandos a la parte posterior de la mansión desde donde evacuaron al resto de rehenes del segundo piso.
Cada uno de los túneles tenía una profundidad de cuatro metros, una altura de un metro sesenta y un anchura similar. Para no errar en la dirección, cada cierto tramo, desde el socavón sacaban una varilla de metal y, desde una de las casas, el ingeniero responsable con unos binoculares verificaba el rumbo preciso. Una vez sintieron que, desde fuera, la varilla era movida de un lado a otro. Creyeron haber sido descubiertos pero felizmente era un gato juguetón que al ver la varilla se había puesto a jugar.
Diariamente de esa sauna asfixiante sacaban la tierra en unos carritos que corrían por un riel hasta el comienzo del túnel. Allí sus compañeros procedían a su embolsado y lo sacaban al jardín. En la madrugada los cargaban en furgones de la policía para dejarlos en un descampado. Partían desde Marconi a Javier Prado, la vía expresa, a la avenida Bolognesi de Barranco. Eso diariamente. La madera para el encofrado del techo y las paredes del túnel, llegaban ya cortados con dimensiones dados por el jefe de la obra.
El ingreso al túnel principal era de un metro, resguardado con madera y cemento suficiente para el ingreso de un hombre armado. Una escalera de madera permitía el descenso a cuatro metros de profundidad. Abajo, la altura era de un metro sesenta. Se podía avanzar inclinado. A siete metros de la entrada se hizo una oficina con mesa de trabajo, seis sillas, tres pizarras, fluorescentes y ventiladores para atenuar el calor.
Se agruparon en cuatro guardias A, B, C y D, cada uno con seis integrantes que trabajaban en turnos correspondientes como lo hacían en la mina cerreña. El túnel principal se avanzó dos metros por día
Como el trabajo minero originaba un sonido que se podía escuchar en la superficie, el comando, para disimular, puso música a grandes volúmenes y el paso de las tanquetas haciendo gran ruido. Es decir, muchas contingencias tuvieron que afrontar hasta que llegó la hora nona. De todos es conocida la acción efectuada por nuestros comandos del ejército, pero es necesario recalcar que, sin la calidad extraordinaria de los mineros cerreños, no habría tenido el éxito que después se comentó. “Los trabajos se hicieron bajo la residencia nipona, donde el MRTA mantuvo a 72 rehenes durante 18 semanas. Los rehenes fueron liberados el 22 de abril en un operativo militar que causó 17 muertos, un rehén, dos militares y los 14 guerrilleros que habían ocupado la residencia para exigir la liberación de sus compañeros presos”.
Un diario de la capital sintetizaba así la liberación de los rehenes: “El 22 de abril de 1997, más de cuatro meses después del inicio de la toma, un equipo de 140 comandos peruanos, se reunieron en una unidad secreta ad-hoc que había recibido el nombre de Chavín de Huantar (en referencia a un sitio arqueológico peruano famoso por sus corredores subterráneos) y montaron un asalto dramático sobre la residencia. A las 15:23, se inició la Operación Chavín de Huántar”.
“Tres cargas explotaron casi simultáneamente en tres habitaciones diferentes del primer piso. La primera en medio de la habitación donde estaba teniendo lugar el juego de fútbol, matando de inmediato a tres de los terroristas (dos de los hombres que participaban del juego y una de las mujeres que los observaba desde la línea de banda). A través del hoyo creado por la explosión y las otras dos explosiones, 30 comandos ingresaron al edificio, a la caza de los miembros sobrevivientes del MRTA para detenerlos antes de que pudieran alcanzar el segundo piso”. “Se realizaron otros dos movimientos simultáneamente con las explosiones. En el primero, 20 comandos lanzaron un asalto directo en la puerta de entrada para unirse a sus camaradas al interior de la sala de espera, donde estaba ubicada la escalera principal hacia el segundo piso. En su paso encontraron a las otras dos terroristas mujeres cuidando la puerta del frente. Detrás de la primera ola de comandos que asaltaron la puerta llegó otro grupo de soldados que llevaba escaleras, las cuales ubicaron contra las paredes posteriores del edificio”.
“En el último movimiento del ataque coordinado, otro grupo emergió de dos túneles que habían llegado hasta el jardín trasero de la residencia. Ascendieron rápidamente las escaleras que habían sido colocadas para ellos. Sus tareas consistieron en hacer volar una puerta a prueba de granadas del segundo piso, por medio de la cual serían evacuados los rehenes, y hacer dos aberturas en el techo para poder matar a los miembros del MRTA en el segundo piso, antes de que tuvieran tiempo de ejecutar a los rehenes”.
“Al final, todos los 14 terroristas del MRTA, un rehén (Dr. Carlos Giusti Acuña, miembro de la Corte Suprema, quien tenía problemas cardíacos preexistentes) y dos soldados (teniente coronel Juan Valer Sandoval y teniente Raúl Jiménez Chávez) murieron en el asalto”.
Según la Agencia de Inteligencia de la Defensa de los Estados Unidos (DIA), el emerretista Roli Rojas fue descubierto intentando huir de la residencia mezclado con los rehenes. Un comando lo detuvo, lo llevó a la parte trasera de la casa y lo ejecutó con una ráfaga que le voló la cabeza. El cable de la DIA sostiene que el intento del comando había sido disparar una sola vez a la cabeza de Rojas y debido al error el comando debió esconder parcialmente el cuerpo de Rojas bajo el de Néstor Cerpa. El cable dice también que otra miembro mujer del MRTA fue ejecutada después del asalto”.
La victoria militar fue publicitada como un triunfo político y usado para reforzar su postura de línea dura contra los grupos terroristas. Los índices de popularidad de Fujimori se duplicaron rápidamente hasta alcanzar cerca del 70% y fue aclamado como un héroe nacional. «Tenía que venir el clima de la época. La operación fue tan exitosa que no había oposición. Los peruanos lo adoraron», dijo Luis Jochamowitz, autor de una biografía de Fujimori. En una reflexión sobre el asalto pocos días después, el poeta Antonio Cisneros dijo que se había dado a los peruanos «un poco de dignidad. Nadie esperaba esta eficiencia, esta velocidad. En términos militares, fue un trabajo del Primer Mundo, no del Tercer Mundo.»
Fujimori se llevó el crédito personal por la operación. En una entrevista en la edición de “El Comercio” del 17 de diciembre de 1997, declaró que poco después que la residencia del embajador fuese tomada, él planeó la operación junto a su hijo Kenyi –engendro al que trató de hacerlo conocido y popular- y con el Servicio de Inteligencia Nacional del Perú comandada por Julio Salazar, Vladimiro Montesinos y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas bajo el mando del general del Ejército Nicolás de Bari Hermoza Ríos
Todo el mundo conoce lo que ocurrió después. Fujimori hizo tantas apariciones públicas apropiándose del mérito del operativo que cuando cayó, descubiertas las asquerosidades que había hecho en el gobierno, embarró también a los soldados que participaron en la acción, la mayoría de los cuales han sido acusados de violación de derechos humanos.
Dentro de todo este tinglado, nunca se habló de la atinada labor que realizaron los mineros cerreños, llegando al extremo de ningunearlos y tratarlos de muy mala manera. Tuvo que pasar diez años para que el gobierno reconociera la brillante acción de estos hombres. Un diario decía al respecto. “El grupo de mineros del Cerro de Pasco que participó en la construcción del túnel que facilitó el ingreso de los comandos a la residencia tomada por los 14 terroristas fue reconocido públicamente por primera vez diez años después de la operación Chavín de Huántar. Ellos fueron condecorados con la Orden Peruana al Mérito Militar en Grado de Caballeros. En representación de tres mineros que fallecieron en el transcurso de la última década, estuvieron presentes sus viudas”. Terminada la ceremonia, sin embargo, los familiares de los mineros denunciaron que fueron víctimas de maltrato y marginaciones por la empresa CENTROMIN. Indicaron, por ejemplo, que fueron víctimas de despido arbitrario, que no se les reconoció el tiempo de servicios y que, incluso, durante los meses que trabajaron dentro del túnel fueron retirados de las planillas de la mina. Por eso, al momento de retornar de la misión en Lima, fueron incluidos en planilla pero como nuevos trabajadores”.
“OJO” decía: «Mañana al mediodía el presidente Alan García firmará decreto supremo en favor de los mineros que construyeron túneles para la operación Chavín de Huantar que permitieron a los comandos de las Fuerzas Armadas rescatar a los rehenes del MRTA el 22 de abril de 1997. Como se recuerda, los mineros fueron traídos desde la ciudad de Cerro de Pasco especialmente para construir los túneles. Ellos fueron elegidos sobre la base de su experiencia en este tipo de trabajos. La excavación de los túneles en la residencia del embajador de Japón en Perú, permitió el ingreso de los comandos de las FFAA.»
En “La República” se afirmaba: “La noticia se celebra porque nuestro país debe estar dentro de los primeros lugares entre los países más desagradecidos del mundo. Tenemos una multitud de soldados mutilados; familias de policías muertos, abandonadas; en fin, una interminable relación de hombres leales e ignorados. Recuerdo que hace varios años un programa periodístico (he olvidado cual) presentó un reportaje sobre los mineros que hicieron los túneles de la famosa operación. Recuerdo que fueron sacados de su tierra, alejados de sus familias, que trabajaron en condiciones poco \»confortables\»; así como también, recuerdo a Fujimori, Montesinos y el sinvergüenza Hermosa Ríos procurando robar cámaras y reconocimientos, luego de la exitosa ejecución: la mezquindad de los delincuentes sepultó a los mineros en una gruesa capa de olvido premeditado”.
“Expreso” afirmaba: “Otra sombra sobre el Operativo es el caso de los mineros del Cerro de Pasco que cavaron los famosos túneles. En un reportaje de Alex Vélez de “La Ventana Indiscreta”, se reveló que no les habían pagado los 80 mil soles que les habían prometido. Es más, el dinero que había enviado el gobierno japonés para gratificar a los mineros, se los embolsicó sin ningún ápice de vergüenza, el intrigante Montesinos, pero ayer, en la ceremonia que conmemoraba el décimo aniversario de la victoria, el gobierno los condecoró. Ojalá sea el primer paso para un reconocimiento total a su labor”.
“Perú 21” decía: “Con el argumento de moda de los acusados de corrupción, «la persecución política», el otrora ministro del Interior del fujimontesinismo, general EP (r), Walter Chacón Málaga, trata de surfear las acusaciones de enriquecimiento ilícito y su misteriosa fortuna, por la que también es involucrada su hija, la congresista Cecilia Chacón.
En octubre del 2004, al verse cercado por el fiscal Pablo Sánchez, quien entregó un peritaje con el desbalance económico de sus ingresos, Chacón Málaga sorprendió a tirios y troyanos al reconocer que no declaró todo en etapa instructiva y negó el uso indebido de dinero que fue entregado para mineros que construyeron túneles para rescate de rehenes de la residencia del embajador de Japón
Las perlas fueron saliendo como si se tratase de un collar kilométrico. Se descubrió en sus cuentas bancarias el dinero que recibió para financiar los gastos de los mineros de Cerro de Pasco que se encargaron de los túneles para el rescate de los rehenes de la residencia del embajador del Japón, como parte del Operativo Chavín de Huantar.
El fiscal Pablo Sánchez, le indicó que llamaba la atención que los recursos que le fueron entregados por el ahora desactivado Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, hayan sido depositados en una cuenta particular y que después hayan sido transferidos a otras cuentas igualmente particulares.
Chacón respondió que fue el presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Nicolás Hermoza Ríos quién le comunicó que el dinero (cerca de 400 mil soles) para los mineros había sido depositado en su cuenta particular y que \»esa era la forma de proceder en acciones de inteligencia».
Extraordinarios mineros cerreños que abrieron el túnel que posibilitó el ingreso de los comandos en aquella mansión no obstante el maltrato de que fueron objeto a lo largo de toda su tarea liberadora
Dijo que las transferencias y movimientos se debía a que los pagos que se tuvo que realizar a los mineros quiénes por razones de seguridad fueron enviados a Puno para evitar sospechas de que fueron los encargados de hacer los túneles y fueran objeto de atentados
¿Recibieron los mineros ese dinero o fueron engañados con el cuento del anonimato? Ese es otro asunto largo de explicar con los interesados pero existe un tufillo de negociado que no se ha despejado hasta ahora. El fiscal desmenuzó los argumentos al insistir que el peritaje demuestra que hay un desbalance en el patrimonio del general y que el militar, con su sueldo como ingreso, no tenía capacidad para haber tenido cerca de 10 cuentas bancarias en las que hubo grandes movimientos financieros.
De todos modos, es necesario puntualizar que el túnel elaborado por los mineros cerreños, ha sido, una vez más, muy valiosa para el país.
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Me gustaria saber algo sobre mi familia. Los ibarra. Se que tuvieron algunas minas por alli. Sobre todo mo bisabuelo manuel abelardo Ibarra. Dueño de algunas minas como la americana. Mesanina etc. Por favor me gustaría saber algo mas
Excelente articulo. Creo que es importante relevar la accion de los mineros cerreños en esta parte de la historia del Peru. Felicitaciones Cesar. Estaremos a la espera de la siguiente entrega.
Hola, Jorge Luis Montero Urbina. No sabes la alegría que me da que me acompañes en este traginar por nuestra historia. Gracias por tus palabras. Sigue leyendo porque la historia continúa.
Mis saludos para tí y tu familia.
Chau
Valiente narración. Cada día mas brillante nuestro querido escribidor.
Una vez mas, pasa lo acontecido en la guerra con Chile. El pueblo envía a sus mejores hijos a defender la patria. Los de hoy, son los mismos que mal trataron a los verdaderos héroes, les quitaron el uniforme, les quitaron los fuciles que el pueblo compro y les enviaron al desierto a que entregaran sus vidas; no tanto por las armas del contrincante, mas bien por esos policías enemigos de los héroes mineros.
Don Aurelio Milla:
No es nuevo lo que han hecho con nuestra gente através de la historia. Es necesario que tomemos conciencia de ello y aleccionar a nuestros menores para que sepan defender su dignidad y la grandeza que hemos heredado de nuestros mayores. Siga leyendo nuestro blog. Gracias
Por favor me gustaria un poco de información sobre mi familia a mi tio bisabuelo lo asesinaron sus criados en lima.el señor manuel german ibarra .luego su hermano abelardo se instalo como muchas familias mineras en chosica. Por favor me gustaria mas información. Yo intentare dar la que pueda.
Muchas gracias
Don José Luis Valdivia:La próxima semana tendrá el relato de aquel doble asesinato en «Crónica Roja» de este mismo blog. Siga acompañándome en el futuro.
Gracias
Muchas gracias por su deferencia. Espero
Saber algo mas de mi familia se que de segundo apellido se llamaban bao. No conozco cerro de pascoporqur vivo fuera del pais. Pero mr gustaria saber algo mas de los abuelos de mi madre
Hola, un saludo desde Cerro de Pasco, maestro Cesar Perez Arauco, es una gran satisfacción leer nuevamente sus relatos, gracias
Hola, un saludo desde Cerro de Pasco, maestro Cesar Perez Arauco, es una gran satisfacción y honor leer nuevamente sus historias, nuestra historia, gracias