La tragedia de la mina El Dorado

La tragedia de la mina El Dorado

Los obreros del nivel 12 de la mina «El Dorado» del asiento minero de Goyllarisquizga, bajaron a trabajar a las once de la noche del sábado 19 de diciembre de 1964. La jornada comenzaba con las bromas y chistes de costumbre y nada hacía presagiar que aquélla noche sería completamente diferente a las anteriores. Aunque tal vez, esto no sea verdad del todo, porque cada minero de cualquier turno de trabajo, lleva en el fondo de su alma, clara conciencia de la sangrienta y luctuosa historia de su oficio; una crónica de muertes espantosas, lesiones invalidantes y enfermedades que a la larga terminan con sus vidas. La cifra de víctimas es tan elevada que apenas se puede calcular.

Los acontecimientos trágicos eran muchos en «El Dorado». El 23 de Enero de 1910 -por ejemplo- acaeció una horrorosa explosión en el “Pique Chico” que mató a 29 obreros y dejó inválidos a 56. El 10 de agosto de aquel mismo año, en el nivel “F”, otra horrísona explosión, sepulto a 310 hombres. De ellos, se rescataron 72 cadáveres y se atendieron a 60 heridos. Del resto, nunca más volvió a saberse nada. (Ambos casos difundimos en este blog, anteriormente). La cadena sombría, siempre vigente, registra dos o tres muertes por año. Por esta dolorosa razón cada minero vive con la dolorosa idea de que “algún día, tarde o temprano…aunque no sea hoy, ni ocurra aquí…”

Hacia las dos de la madrugada del domingo 20 de Diciembre de 1964, los trabajadores habían avanzado notablemente su labor. La mina, propiedad de la compañía norteamericana “Cerro de Pasco Corporation”, es como una urbe subterránea con iluminadas calles entrecruzadas con simétricas vías de acceso a las galerías hulleras. «El Dorado», se preciaba de ser fuerte y segura, no en vano en 60 años no había acaecido ninguna tragedia de grandes proporciones. Jefes y obreros habían tomado amplia confianza en la seguridad de la mina. Sin embargo, a las tres de la madrugada de aquel día, ocurrió un incidente que provoco la hecatombe. Se sospecha que algunos mineros, en forma involuntaria, encenderían una peligrosa bolsa de grisú, cuya presencia no se sospechaba. El resplandor de una chispa y el inicio del pavor. Cualquiera que fuera la causa, algo provocó una explosión de abominables pesadilla. En la superficie se oyó el estallido como un sordo y dantesco rugido seguido de un remezón espeluznante. Como si la tierra se estuviera hundiendo.

En el club Sport Goyllar, vieja y legendaria institución, donde los socios habían amanecido libando unas copas y entonando dulces canciones del lugar, se sintieron sacudidos en sus asientos, con su secuela de copas y botellas rodando por los suelos. Como saliendo de una horrorosa alucinación, se pusieron de pie, conmovidos, mirándose espantados. Comulgaron una sospecha con la esperanza de que no fuera cierta. Todas las ventanas se los campamentos se iluminaron instantáneamente. Rostros interrogantes y aterrorizados asomaron por puertas y ventanas. Los mineros que debían entrar en el turno de las siete de la mañana, comprendieron en toda su fatídica dimensión lo que significaba aquel estruendo repentino y la infernal sacudida posterior. Instantáneamente, premunidos de sus ropas de campaña y el doloroso presentimiento desgarrándoles el alma, corrieron desesperados a la bocamina. En ese momento, el nivel 12 de la mina «El Dorado», estaba convertido en un aterrador infierno. El fuego voraz, alimentado por el gas metano y el polvo del carbón se extendió violentamente por toda la galería. Daba la impresión de que el mundo se acababa irremediablemente. Presos de pánico indecible, los mineros todavía con vida, trataron de ganar la salida. No lo consiguieron. Las negras galerías, sacudidas por la colosal explosión, se habían cerrado, una a una iluminadas por las detonaciones en cadena del grisú que las habían convertido en estremecedora sepultura.

El piso de los frontones llegó a arquearse horriblemente, tocando en muchos tramos el techo de «El Dorado». El impacto originado por el estallido, retorció como si fueran débiles alambres infinidad de rieles; aplastó gran número de vagonetas y desmenuzó los cuadros que sostenían los techos de la mina. Tal parecía que todo hubiera estado hecho de cartón. En el instante en que se producía el cataclismo, un viejo minero que iba caminando a reparar un transportador de carbón, sintió repentinamente todo el satánico estupor de la explosión “Me pareció que el suelo reventaba y todo lo que había en el frontón volaba como si fuera de papel. El ruido fue espantoso, produciendo una poderosa corriente de aire, como si un huracán me estuviera llevando. A mí me arrojó muy lejos como a un débil muñeco de cartón”; cuando recobro el conocimiento buscó a tientas su lámpara en medio del humo asfixiante de calor y trato de ponerse de pie. No pudo. Tenía una pierna fracturada en tres partes. Se desplomo. Adormecido de dolor hizo girar su lámpara y no pudo creer lo que estaba viendo. Allí, como si fueran carneros degollados, vio a sus compañeros de trabajo, clavados en unos salientes de hierro. En ese momento, ya no pudo más, presa de pavor lanzo un grito sobrehumano, desgarrador, que le salió de las entrañas. Espantado, se desmayó.

A quinces metros de allí, otro minero que picaba la veta, sintió de pronto un vació en las entrañas, como si todo el aire del mundo se hubiera tragado la tierra; simultáneamente, una estremecedora detonación retumbo en su cerebro dejándolo sin resuello con un zumbido horripilantemente, agudo, que le destrozó los oídos. Su cuerpo fue arrojado como una pluma sobre las rocas, envuelto en una picante nube de carbón pulverizado. Cuando volvió en si, un dolor irresistible le hincaba el hombro y todo el costado izquierdo; al sentir un gorgoteo tibio saliendo de sus oídos, se llevo la mano al lugar y advirtió que sangraba profusamente; tenia los tímpanos destrozados. Nunca más volvió a oír. Otro minero, al sentir el primer vació de la explosión en «El Dorado», se tiró bajo un carro metalero que estaba pegado a una viga y, no obstante la protección, sufrió un desmayo. La deflagración había sido tal que, como a un guiñapo lo sacudió espectacularmente, ocasionándole un desmayo. Cuando despertó, las náuseas le apremiaban, y una hemorragia incontenible, le bañaba la cara; sentía una sed infernal y una debilidad horrible. Volvió a desmayarse. En el hospital, médicos y enfermeras le miraban perplejos.

– ¿Cómo te llamas?
– Ceferino Huanca, -respondió con un hilo de voz.
– ¡Huanca: haz vuelto a nacer!. Todos los obreros que trabajaban en tu labor, han muerto. Sólo tú, por inexplicable milagro, sigues con vida.

Sepultado a kilómetro y medio de la salida de «El Dorado», otro viejo minero se había recobrado, para verse sentado y aturdido con la lámpara deshecha y arrancada del casco; minutos más tarde oía la voz de su joven ayudante que, aprisionado en un calabozo de piedras, gritaba desesperadamente:
-¡¡¡Auxilio…. por Dios no me abandonen!! ¡¡No me dejen!!… ¡¡No me dejen!!
Venciendo los dolores que lo agarrotaban, se arrastro hasta donde procedía la llamada y, con voz que pretendía ser clara y enérgica, trato de alentarlo dándole valor…
– ¡¡Chiuche!! ¡¡Chiuche!!, cállate hijo, yo estoy a tu lado, no te desesperes, ya vendrán a buscarnos.. ¡Sé fuerte chiuche… sé fuerte, hijaco!
– Gracias, maestro… gracias…

Mas tarde, cuando providencialmente llegaron los miembros de la cuadrilla de salvataje a «El Dorado», una sonrisa nublada por el llanto ilumino su cara; sin embargo, sus piernas habían comenzado a ennegrecerse por una hemorragia interna. Cuando las tomaron con las manos para levantarlo, sus huesos crujieron como vidrios rotos. Tuvieron que amputarle ambas piernas. Nunca mas volvió a bailar la Chunguinada, como guiador. En breves instantes los socavones habían quedado irremediablemente cerrados como herméticas tumbas; dentro, cruelmente atrapados entre hierros retorcidos, maderas quebradas y bloques de antracita, condenados a una larga y dolorosa agonía, se iban apagando, una a una, inexorablemente, la vida de 57 hijos del pueblo. Sólo unos pocos, los que murieron instantáneamente, se salvaron de sus horrores; con ellos, la muerte había sido generosa y comprensiva.

A las 3.30 de la madrugada, el insistente repiqueteo del teléfono, despertaba al comandante de la guardia civil del Cerro de Pasco, Regino Cano Pérez, quien con la premura del caso ordenó que sesenta hombres se pusieran a su mando y partieron raudos a la zona del desastre en «El Dorado». Yo, en mi calidad de Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad, iba con ellos. Sabiendo que siempre estábamos colaborando con el pueblo, me informaron el acontecimiento.

El servicio de alarma de «El Dorado», había comenzado a trepidar a las 3.20 de la madrugada, en un apremiante llamado de auxilio. A su convocatoria, y con rapidez extraordinaria, convergieron brigadas de salvamento del Cerro de Pasco, Casapalca, La Oroya y otros centros mineros. Tan pronto llegaron, se dedicaron a la encomiable tarea de rescatar muertos y heridos. En un conmovedor gesto de solidaridad humana, los integrantes de las cuadrillas de salvamento, llegaron a exponer su propia vida para salvar la ajena. Entre los que se esforzaban por encontrar a los mineros sepultados había quienes esperaban salvar a un hermano, un hijo o un amigo; y muchos de los que se encontraban en la mina en el momento de la explosión y habían resultado ilesos, imploraban en un gesto que no olvidaremos jamás, que les dejaran volver para participar en la búsqueda de sus compañeros.

En el lapso de una hora sacaron 46 cadáveres, irreconocibles, mutilados, completamente deshechos de «El Dorado»; en la hora siguiente, rescataron 11 cuerpos más de los que habían quedado colgados de los postes, incrustados en los hierros salientes, sepultados entre bancos de antracita. Los heridos que se debatían entre la vida y la muerte, fueron 34. ¡Este es un doloroso cuadro que jamás olvidaremos los que estuvimos allí!. Congregados en la fatídica bocamina, todos los hombres, mujeres y niños goyllarinos, temblorosos de indignación y llanto, expresaban su dolor y su protesta a grandes voces. Los ecos de aquellos lamentos todavía conmocionan nuestra alma. Cuando entrada la mañana llego al escenario el Prefecto del Departamento, comandante Manuel Bárcena, opto por detener al superintendente de la mina EL DORADO, Alex Russell, salvándolo de una muerte segura. Los deudos, llorosos e indignados, se habían sublevado contra él, incriminándolo de asesinato. Los dirigentes del Sindicato Minero, lo acusaban de negligente por no haber tomado las providencias del caso oportunamente. Se carecía de ventanas de aire y cañerías de agua para sacar los gases de la mina. Todos, unánimemente, habían querido lincharlo. Felizmente, la cordura se impuso.

El día del sepelio, en un cortejo verdaderamente patético e impresionante, todos los hombres y mujeres del pueblo estaban allí. Algunos dirigentes de la Federación de Estudiantes de la UNDAC, estábamos también, solidarios, unidos con los obreros, como siempre habíamos estado. Antonio Torres Andrade, Luis Aguilar Cajahuamán, Antonio Arellano Martorell, Lolo Marcelo, César Pérez Arauco. Llevamos sobre nuestros hombros, hacia el cementerio del barrio Chapur, algunos de los 57 cadáveres de aquellos inolvidables héroes de la Minería Pasqueña. El inmenso acompañamiento fúnebre semejaba una gigante y negra cadena deslizándose reptante por entre los roquedales rumbo al cementerio. Delante, iba un adusto sacerdote de capa negra, acompañado por dos monaguillos que portaban una cruz.

La guardia Civil escoltaba el cortejo en tanto las campanas de la iglesia doblaban tétricos, inundando de pena los campos mineros. Las nobles mujeres de riguroso luto, en un mar de llanto incontenible, con sus niños a sus espaldas, iban detrás de los negros ataúdes. Sólo las letras de sus nombres diferenciaban unos de otros. Punzantes palabras de dolor y de condena se escuchaban por doquier; tiernas y dolidas canciones en quechua, como agudas saetas de dolor, brotaban de los acongojados labios femeninos. Lloraban a sus hijos, a sus maridos, a sus hermanos, a sus padres… Llegados al cementerio, todos cerraron filas en torno a las negras cajas mortuorias y los oradores, acongojados de dolor, condenaron la cruenta explotación y sacrificio sin límite de los héroes mineros. Todos escuchaban dolidos, silenciosos, desconsolados. Cuando hablé en nombre de los estudiantes, un silencio absoluto se observó en el cementerio. Tuve que hacer un acopio de todas mis fuerzas para contener el llanto que pugnaba por desbordarme los ojos. Cada palabra, cada gesto, cada expresión, fueron dictados por el más sincero y profundo dolor. Al finalizar estas palabras desgarradas retumbaron en el camposanto: “y les juro hermanos”, -dije- “que en cuanto aliente un halito de vida, haré conocer a los hombres de nuestra patria y a los niños de nuestro pueblo, la historia del perenne sacrificio de vuestras vidas y el inmenso holocausto en que habéis muerto…” Dios es testigo de que estoy cumpliendo mi promesa sobre la tragedia de «El Dorado».

Lo que vimos después, no lo olvidaremos jamás. Las mujeres al borde de la locura, se aferraban a los féretros que guardaban a sus seres queridos, imploraban que las dejaran un momento más con ellos; muchas se desmayaron. Los cantos fúnebres en quechua, acentuaban el dolor de los presentes. Yo he visto a muchos hombres rudos y fuertes llorar, como a niños desesperados y tiernos; hombres legendarios que, a cada rato, y en cada recoveco de la mina, se jugaban enteros la vida. Cuando fue vencida la resistencia de las esposas y madres, una sola voz, quebrada por la emoción, comenzó a desgarrar, como nunca lo he vuelto a oír, las desconsoladas y quejumbrosas notas del “Cocha Coyllor”. En ese marco dolorosamente lúgubre, sus compañeros fueron bajando uno a uno a sus fosas a estos inolvidables héroes del trabajo. Después, en sus tumbas no hubo toque de silencio, ni ascensos póstumos, ni condecoraciones, ni fanfarrias, ni nada. Solo el amargo y desconsolado llanto de viudas y huérfanos como doloroso epilogo de la tragedia. Por eso digo que nuestro pueblo es el PUEBLO MÁRTIR DEL PERÚ.

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14 comentarios en “La tragedia de la mina El Dorado”

  1. Dra Maruja Yupari

    Yo tenia 5 años,y si lo vivi cerca,Mi Abuelo don Donato Capcha Rojas Jefe del taller Electrico, Mi padre Operador de La central electrica y de telefonos don Lutagrdo Yupari Vizurraga del turno de noche,El fue el que dio el aviso a todas los campamentos solicitando ayuda,y el luego integro la brigada de salvataje al salir a las 07.00 am y si, yo tuve compañeros de carpeta que habian perdido a sus padres y vimos como sus CORAJUDAS MADRES trabajaban en la empresa y la vida continuaba. Goyllarisquizga tierra de Gente NOBLE y LUCHADORA,de HOMBRES VALIENTES y del CARBON MAS FINO a un carbono para ser DIAMANTE.
    Un Abrazo y felicitaciones y gracias infinitas por este relato.
    De Ud.
    Dra. Maruja Yupari Capcha
    PD. CARRION y el Prof PEREZ ARAUCO me trajeron a esta pagina – Gracias.

  2. Oswaldo Arauco Ordoñez

    Cada pueblo tiene sus propias historias cual mejor que las otras, viviendo en Goyllarisquizga desde 1972 siempre he escuchado la historia, quien alguien la contaba cual mejor, es por eso que siguiendo esta tradicion de gente tenaz, fuerte al frio a la altura y de gran coraje siempre se asoman al peligro como buenos mineros y obreros de Dios, siempre perduraran en mi mente y me inmagino en la mente de muchos goyllarinos como yo de corazon que estando viviendo muy lejos de la tierra que nos dio cobijo y bienestar viviremos muy agradecidos de MI GRAN GOYLLAR donde pase los mejores momentos de mi infancia quiero rendir un justo homenaje a aquellos mineros que cayeron en su labor de alto riesgo y como dijo Jesus que los muertos entierren a sus muertos, sigamos viviendo orgullosos de nuestro carbon y de su gente, Dios los bendiga hermanos goyllarinos. ah…gracias a las sabias enseñanzas de mis padres y amigos me converti en un minero un obrero de Dios, atte.- Oswaldo A. Arauco Ordoñez Operador de Planta Concentradora, Miembro de la Brigada de Rescate, Bombero Industrial, etyc, etc. Cuajone-Moquegua-Peru.

    1. Querido Oswaldo Arauco Ordóñez: Comparto tu admiración y cariño por ese pueblo inmortal que es Goyllar en donde tuve grandes amigos. Mi recuerdo cariñoso para tu padre -hermano de mi madre- y para toda tu familia.Te felicito por el cargo de Operador de Planta Concentradora en Cuajone. Muchos saludos. César

  3. Jorge Canales Fuster

    Señor César Pérez Arauco: casualmente encontré su página y lo que tengo que hacer es agradecerle por su dedicación a revalorar la historia,la cultura y folklore de nuestros pueblos andinos y mineros como Cerro de Pasco. Soy de Goyllar y nunca he dejado de serlo, más aún cuando ahora sé que en usted hemos encontrado esa fuente de conocimiento de la cual tenemos que beber.

  4. Jorge Canales Fuster

    Señor Pérez Arauco: siempre había escuchado y tenido referencias de su trabajo en la recuperación de la historia, cultura, costumbres y folklore de nuestros pueblos mineros y andinos como Cerro de Pasco. Gracias señor. Soy de Goyllar y hoy me ha hecho revivir momento que nunca los voy olvidar.

    1. Maruja Yupari

      Hola Jorge, yo tambien soy de Goyllar( denominacion cariñoza a nuestra Amada Goyllarizquisga)
      nuestra tierra hermoza y generoza,con hijos que ahora pueden hacer mucho por ella ,debemos hacer una cruzada para para revalorarla en su historia.
      mi corrreo: unmsdrayupari@yahoo.com.mx.
      Saludos a todos los Goyllarinos.FELIZ NAVIDAD.

  5. Maruja Yupari

    Saludos especialisimos al profesor Don Cesar Perez Arauco, gracias por permitirnos encontrarnos con nuestra historia. Felicidades-

  6. Joel marmanilla

    Por que simplemente recurren a su buena memoria, y a los relatos ajenos, lo que hacen es revivir las nostalgias ajenas, acaso no tienen imaginacion, acaso no manejan lo que es literatura, acaso se olvidaron que es crear un pàrrafo, un verso, siempre dejamos que otros venguen de afuera y se imaginan por nosotros, escriban nuestras penas como deben de ser, yo que sepa esa no es forma de hacer una literatura exquisita.
    Gracias por seguir aumentando las historias en Pasco

    1. Maruja Yupari

      Un pueblo sin historia,termina por por perderse en el olvido,un individuo sin identidad termina siendo un paria. Para recopilar la historia no es necesario ser un erudito en literatura,o ser un historiador conspicuo.
      La historia de Pasco y en particular de Goyllarizquisga se esta escribiendo casi por sus propios protagonistas antes que se pierdan en el olvido de la gente que no tiene identidad.
      Gracias profesor Arauco por permitir seguir conociendo todavia lo nuestro.
      Atte.
      Dra. Maruja Yupari.

  7. Muchas gracias Maestro Cesar Peres Arauco, por dedicar tus paginas a nuestra querida tierra, soy Goyllarino, mi padre, don Teófilo Rojas Fuster, trabajó toda su vida en las minas de Goyllarisquizga y específicamente en el Dorado, la providencia le permitió estar ese día un poco alejado de la explosión, sin embargo la mayoría de sus compañeros fueron victimas de la explosión y me contó que llorando intentaba rescatarlos. Permitanme un saludo para todos los hijos de Goyllarisquizga, fuertes y luchadores que se encuentran en muchas partes del Perú y en el extranjero, pero jamás olvidamos ni dejamos de sentir orgullo de nuestra tierra.

  8. Tambien rindo homenaje a todos los mineros carboneros de Gollarisquizga y en especial a mis tios Delfin como cajero de la Mina, Teofilo, Rodolfo, Trinidad hijos de Pedro Rojas y Florencia Fuster etc.solo se que la mina tenia mas de 60 Km de largo,en bajada 10 Km en forma diagonal y 10 mas en bajada diagonal hacia otra direccion,30Km mas en forma horizontal donde se produjo la explosion, 30Km mas hacia mas abajo e forma diagonal donde se mantuvo un gas y no se habia expulsado que sumo dicha explosion y sucedio la tragedia inolvidable. David Huertas Rojas correo dhrtsr2009@gamail.com y Cel 997331870 y le comento parte del relato que me impresiono. Si son tan amables me llaman. Estoy muy conmovido.
    Los obreros del nivel 12 de la mina “El Dorado” del asiento minero de Goyllarisquizga, bajaron a trabajar a las once de la noche del sábado 19 y el
    20 de Diciembre de 1964,. La mina, “Cerro de Pasco Corpotion, a las tres de la madrugada , ocurrió un incidente que provoco la hecatombe. El resplandor de una chispa y el inicio del pavor. . . Los mineros de las siete de la mañana,aquel estruendo repentino y la infernal sacudida posterior. , , corrieron desesperados a la bocamina. En ese momento, el nivel 12 de la mina “El Dorado”, estaba convertido en un aterrador infierno. El fuego voraz, alimentado por el gas metano y el polvo del carbón se extendió violentamente por toda la galería. retorció como si fueran débiles alambres infinidad de rieles; aplastó gran número de vagonetas , En el hospital, médicos y enfermeras le miraban perplejos.
    El servicio de alarma trepidar a las 3.20 de la madrugada, llamado de auxilio. convergieron brigadas de salvamento del Cerro de Pasco, y otros centros mineros. Tan pronto llegaron, se dedicaron a rescatar muertos y heridos. En un conmovedor gesto de solidaridad humana, los integrantes de las cuadrillas de salvamento, llegaron a exponer su propia vida para salvar la ajena. En el lapso de una hora sacaron 46 cadáveres, irreconocibles, mutilados, completamente deshechos; en la hora siguiente, rescataron 11 cuerpos más de los que habían quedado colgados de los postes, incrustados en los hierros salientes, sepultados entre bancos de antracita. Los heridos que se debatían entre la vida y la muerte, fueron 34. todos los hombres, mujeres y niños goyllarinos, temblorosos de indignación y llanto, expresaban su dolor y su protesta a grandes voces.

    El día del sepelio, en un cortejo todos los hombres y mujeres del pueblo estaban allí. . Antonio Torres Andrade, Luis Aguilar Cajahuamán, Antonio Arellano Martorell, Lolo Marcelo, César Pérez Arauco. Llevamos sobre nuestros hombros, hacia el cementerio del barrio Chapur, algunos de los 57 cadáveres de aquellos inolvidables héroes de la Minería Pasqueña. El inmenso acompañamiento fúnebre semejaba una gigante y negra cadena deslizándose reptante por entre los roquedales rumbo al cementerio. Delante, iba un adusto sacerdote de capa negra, acompañado por dos monaguillos que portaban una cruz. La guardia Civil escoltaba el cortejo en tanto las campanas de la iglesia doblaban tétricos, inundando de pena los campos mineros. Las nobles mujeres de riguroso luto, en un mar de llanto incontenible, con sus niños a sus espaldas, iban detrás de los negros ataúdes. Sólo las letras de sus nombres diferenciaban unos de otros. Punzantes palabras de dolor y de condena se escuchaban por doquier; tiernas y dolidas canciones en quechua, como agudas saetas de dolor, brotaban de los acongojados labios femeninos. Lloraban a sus hijos, a sus maridos, a sus hermanos, a sus padres…. Llegados al cementerio, todos cerraron filas en torno a las negras cajas mortuorias y los oradores, acongojados de dolor, condenaron la cruenta explotación y sacrificio sin límite de los héroes mineros. Todos escuchaban dolidos, silenciosos, desconsolados.. Solo el amargo y desconsolado llanto de viudas y huérfanos
    don Donato Capcha Rojas don Lutagrdo Yupari Vizurraga del turno de noche,El fue el que dio el avisoal salir a las 07.00 am y Prof PEREZ ARAUCO su pagina – .

    Oswaldo Arauco Ordoñez como dijo sigamos viviendo orgullosos de nuestro carbon y de su gente, César
    Jorge Canales Fuster por su dedicación a revalorar la historia,la cultura y folklore de nuestros pueblos andinos y mineros como Cerro de Pasco. Pérez Arauco: revivir momento que nunca olvidar.Maruja Yupari cruzada para para revalorarla en su historia.Joel marmanilla escriban nuestras penas como deben de ser,Maruja Yupari Un pueblo sin historia,termina por por perderse en el olvido, Rafael Lucio Rojas Leon en el Perú y extranjero, jamás olvidamos ni dejamos de sentir orgullo de nuestra tierra.

  9. Gracias por compartir esta historia dolorosa de la tragedia de Goyllar…., Por alguna razón mi padre no fué a trabajar ese día…yo era un bb, después entendí que ese día pudo cambiar nuestras vidas….Gracias a Dios mi Padre me sigue acompañando.., lamentablemente tiene la enfermedad de la silicosis como todos los trabajadores que laboraron en mina socavón de carbón…

  10. la historia minera del peru se escribio por muchos años con sangre seguramemnte devido a nuestra falta de conocimiento y seguridad y los mas importante a la vehemencia y la aptitud conque hacemos un trabajo que abeces como dicen los mineros de antaño » ya calentamos y no paramos hasta que acabamos»

    saludos
    un AQp

  11. EFRAIN E. PRADO

    mi padre es Leoncio Prado Ramos y es un sobreviviente de la tragedia, fue el único sobreviviente de su Zona de trabajo.

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