Cumplido con el requisito legal de inscribir en el registro municipal al recién nacido, los padres se aprestan a cumplir con el mandato de la Iglesia, bautizándolo. Para el caso, antes de ningún trámite en la parroquia, deciden solicitar a una pareja de amigos o familiares que gocen de su especial afecto, para que sean los padrinos del niño. Para ello visitarán a los elegidos para pedirles ese servicio cristiano portando algún licor que, aceptada la designación, beberán por el acontecimiento. Esto, claro está, después de que los padres hayan expresado su gratitud muy respetuosa a los padrinos y se estrecharán en un fuerte abrazo puesto que, a partir de entonces, serán compadres. Ese mismo día, de mutuo acuerdo, eligen iglesia, día y hora para el acontecimiento; también acuerdan lista de invitados, redacción de los capillos, menú, orquesta, etc.; aunque previamente está establecido por la tradición que los padrinos regalarán al niño el ajuar para el bautizo con sus correspondientes capillos de acuerdo a sus posibilidades económicas.
Llegado el día central, la madrina visitará la casa de sus compadres y procederá a vestir al niño con la ropita interior y el ajuar correspondiente. Hecho esto van a la Iglesia acompañados de los invitados y fotógrafos a efectuar el bautizo. De brazo de sus padrinos, el crío recibirá el agua bendita, la sal y el óleo con los que quedará bautizado, de acuerdo a los ritos de nuestra religión. Inmediatamente después, los compadres se estrechan en un fuerte abrazo en la misma iglesia como consolidación de la familiaridad los une. Luego de las fotografías del caso, se retiran; en ese momento, una parvada de niños que han asistido a la ceremonia gritan a voz en cuello… ¡Cebo… Cebo… Cebo…!, en ese momento como lo manda la tradición, el padrino, arrojará monedas a todos los niños y asistentes como señal de buen augurio parta el bautizado.
Todos piden el cebo porque también se dice que, cada una de esas monedas es un verdadero amuleto para la buena suerte. Así, en medio de una gritería espectacular de los chiquillos, se dirigen a casa de los padres a continuar con la ceremonia. Llegados a la casa, ya en pleno olor de alegría, se abre champaña y se bebe a la salud del nuevo cristiano; simultáneamente, los familiares, especialmente señoritas, colocarán en las solapas de los invitados, los correspondientes capillos recordatorios en los que se consignará el nombre del niño, de sus padres, de sus padrinos y la fecha de nacimiento y bautizo, respectivamente. Estos capillos, en el caso de los “decentes”, es decir de las personas económicamente poderosas, en un tiempo eran medallas de plata fundidas en la casa de la moneda del Cerro de Pasco, conteniendo los mismos datos que hemos mencionado.
Luego de los tragos iniciales, el padrino, nuevamente, haciendo gala de sus buenos deseos para el ahijado, arrojará monedas de la buena suerte en el ámbito de la sala. En el momento de la comida, además del plato correspondiente, los padres regalarán a los padrinos con una fuente en la que generalmente irá una gallina, dos cuyes, y sus correspondientes guarniciones como “Cumplimiento”. Esto, podrán llevarse los padrinos a su casa como regalo especial de la ceremonia.
Lo que sigue es ya la tradicional jarana en la que los compadres se alegran en compañía de sus invitados. Ya claro el día, los padrinos llevando su “cumplimiento” se retiran porque el festejo ha terminado.
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