César Pérez Arauco nos describe con ágiles pinceladas los arenosos paisajes -infierno asfixiante en el día, páramo helado en la noche- donde se desuellan los pies descalzos y sangran los labios cuarteados de estos andrajosos fantasmas que la improvisación y la incapacidad estaban enviando al cadalso. Es el canto épico a un extraordinario grupo humano que luchó denodadamente contra todos los elementos.